Salmos 119 (Samech: 113-120) Mi escondedero y mi escudo eres tú.
113 Los pensamientos vanos aborrezco; Mas amo tu ley.
114 Mi escondedero y mi escudo eres tú: En tu palabra he esperado.
115 Apartaos de mí, malignos; Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios.
116 Susténtame conforme á tu palabra, y viviré: Y no me avergüences de mi esperanza.
117 Sosténme, y seré salvo; Y deleitaréme siempre en tus estatutos.
118 Hollaste á todos los que se desvían de tus estatutos: Porque mentira es su engaño.
119 Como escorias hiciste consumir á todos los impíos de la tierra: Por tanto yo he amado tus testimonios.
120 Mi carne se ha extremecido por temor de ti; Y de tus juicios tengo miedo.
Reflexión por Noemi Dominguez:
Hay temores enfermizos. Aunque nunca he recibido una multa de tránsito, uno de mis temores es que me detenga un policía en la carretera. Recuerdo una vez, hace muchos años, en que ensimismada en un problema familiar iba distraída y no presté atención al anuncio de bajar la velocidad. Fue tanto mi drama y mis lágrimas que el policía tuvo compasión de mi y en lugar de darme la multa ¡terminó consolándome! “Mi cuerpo tiembla de miedo, porque te temo y respeto tus leyes.” [versículo 120, Palabra de Dios para Todos]. Dios, el Dios de las Sagradas Escrituras es un Dios de amor, lento para ira y grande en misericordia. Los versículos 118 y 119 describen algunos de los resultados finales y eternos de la desobediencia y como algunos de los profetas, su cuerpo tiembla. No solo tiene un temor reverente ante el amor y la compasión de Dios; David conoce los resultados de la disciplina Divina y tiembla. En los primeros versículos de esta estrofa el salmista busca vehementemente la protección y el sostén divino. Sin duda esta en medio de la aflicción. Ve los justos juicios de Dios para los hipócritas, [verso 113,] para los que actúan falsedad [versículo 118] y para con los malignos [versículo 115] y no sabe si su sufrimiento es una prueba o parte la disciplina Divina y quizás por eso se estremece. Su ser interior no es ajeno a las emociones, también se ha estremecido ante el gozo de Su Presencia: “Casi me desmayo pues mi deseo más intenso es entrar en los atrios del Señor; con todo mi ser, alma y cuerpo, alabaré alegremente al Dios viviente.” [Salmo 84:2 [Nueva Biblia Viva]. Señor, eres el dueño de mis emociones, muévelas para Tu gloria.
Psalms 119 (Samech 113-120): Thou art my hiding place and my shield.
113 I hate vain thoughts: but thy law do I love.
114 Thou art my hiding place and my shield: I hope in thy word.
115 Depart from me, ye evildoers: for I will keep the commandments of my God.
116 Uphold me according unto thy word, that I may live: and let me not be ashamed of my hope.
117 Hold thou me up, and I shall be safe: and I will have respect unto thy statutes continually.
118 Thou hast trodden down all them that err from thy statutes: for their deceit is falsehood.
119 Thou puttest away all the wicked of the earth like dross: therefore I love thy testimonies.
120 My flesh trembleth for fear of thee; and I am afraid of thy judgments.
Reflexion by Noemi Dominguez:
There are unhealthy fears. Although I have never received a traffic ticket, one of my fears is to be stopped by a police officer while driving on the road. I remember once, many years ago, when I was distracted due to a family problem and did not pay attention to the announcement to slow down. It was such a dramatic moment with tears running down my cheeks that the officer had compassion on me and instead of giving me the fine, he ended up comforting me! ” My flesh trembles in [reverent] fear of You, And I am afraid and in awe of Your judgments.” [verse 120, Amplified Bible]. God, the God of the Holy Scriptures is a God of love, slow to wrath and great in mercy. Verses 118 and 119 describe some of the final and eternal results of disobedience and, as some of the prophets did, his body shakes. Not only does he have a reverent fear of God’s love and compassion; David knows the results of Divine discipline and trembles. In the first verses of this stanza the psalmist vehemently seeks divine protection and support. No doubt he is in the midst of affliction. He sees God’s righteous judgments for hypocrites,[verse 113], for those who deceive [verse 118] and for the wicked [verse 115]; and does not know if his suffering is a test or it is part of Divine discipline; and perhaps, that is why he shudders. His inner being is no stranger to emotions, he has also trembled at the joy of His Presence: ” Lord, I cannot wait to enter your Temple. I am so excited! Every part of me cries out to be with the Living God.” [Psalm 84:2 [Easy-to-Read Bible]. Lord, You are the master of my emotions, move them to Your glory.
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