Salmos 119 (Resh: 153-160) Mira mi aflicción, y líbrame.
153 Mira mi aflicción, y líbrame; Porque de tu ley no me he olvidado.
154 Aboga mi causa, y redímeme: Vivifícame con tu dicho.
155 Lejos está de los impíos la salud; Porque no buscan tus estatutos.
156 Muchas son tus misericordias, oh Jehová: Vivifícame conforme á tus juicios.
157 Muchos son mis perseguidores y mis enemigos; Mas de tus testimonios no me he apartado.
158 Veía á los prevaricadores, y carcomíame; Porque no guardaban tus palabras.
159 Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos: Vivifícame conforme á tu misericordia.
160 El principio de tu palabra es verdad; Y eterno es todo juicio de tu justicia.
Reflexión por Noemi Dominguez:
La letra con la cual empiezan todos los versículos de esta estrofa es la vigésima letra del alfabeto hebreo y significa cabeza. Es también una abreviación del título de rabino. Esta tiene la apariencia de un hombre de pie, pero inclinado. Estos versos nos presentan un David inclinado en medio de la aflicción, pidiendo ayuda. Con sus expresiones el salmista nos introduce a una corte. Hace muchos años una amiga me pidió que la acompañara a una audiencia judicial. Del lado de su oponente estaban muchas personas y elocuente abogado. Solo yo tuve el privilegio de estar al lado de ella. En medio de sus lagrimas tuvo que escuchar muchas falsas acusaciones. Ella, como el salmista, necesitaba un buen abogado defensor. En su angustia pide: líbrame [versículo 153, defiende mi causa y redímeme; vivifícame [versículo 154]. Hace énfasis en esta última palabra: vivifícame [versículos 154, 156, y 159]. Para un médico ante un enfermo con un diagnóstico terminal, vivificar o dar vida es una labor imposible. Lo mismo para un abogado con un cliente culpable. “De hecho, horrible fue la causa que tuvo que manejar [nuestro abogado]. Nuestro adversario tenía la ley de su lado. No podíamos negar el cargo, ni ofrecer justa compensación … Pero en ese momento de peligro infinito, nuestra causa fue defendida por un ‘Consejero’ (Isaías 9: 6), que nunca fue inadecuado en la corte, que trajo súplicas irresistibles “. [Puentes] y satisfizo una deuda que de ninguna manera podíamos pagar. Nadie mejor que Jesús quien no solo defiende nuestra causa, sino que ¡paga con Su vida para salvar la nuestra! ¡Y que además intercede por nosotros!
Psalms 119 (Resh 152-160): Consider mine affliction, and deliver me.
153 Consider mine affliction, and deliver me: for I do not forget thy law.
154 Plead my cause, and deliver me: quicken me according to thy word.
155 Salvation is far from the wicked: for they seek not thy statutes.
156 Great are thy tender mercies, O Lord: quicken me according to thy judgments.
157 Many are my persecutors and mine enemies; yet do I not decline from thy testimonies.
158 I beheld the transgressors, and was grieved; because they kept not thy word.
159 Consider how I love thy precepts: quicken me, O Lord, according to thy lovingkindness.
160 Thy word is true from the beginning: and every one of thy righteous judgments endureth for ever.
Reflexion by Noemi Dominguez:
All the verses in this stanza start with the twentieth letter of the Hebrew alphabet, which means head. It is also an abbreviation of the title of rabbi. It has the appearance of a man standing, but leaning. These verses portray David bowing in the midst of affliction, asking for help. With his expressions the psalmist introduces us to a courtroom. Many years ago a friend asked me to accompany her to a court hearing. On his opponent’s side were many people and eloquent lawyer. No one else but I had the privilege of standing by her side. In the midst of her tears she had to listen to many false accusations. She, like the psalmist, needed a good defense attorney. In his anguish he asks: deliver me [verse 153, argue my cause and redeem me; make alive again [verse 154]. He emphasizes this last word: vivifíme [verses 154, 156, and 159]. For a doctor before a patient with a terminal diagnosis, vivifying or giving life is an impossible task. Same for an attorney with a guilty client. “Awful indeed was the cause which he had to manage. Our adversary had the law on his side. We could not deny the charge, or offer satisfaction … But at that moment of infinite peril, our cause was pleaded by a ‘Counselor’ (Isaiah 9:6), who never was nonsuited in court, who brought irresistible pleas, and produced satisfaction that could not be denied.” [Bridges] and I satisfy a debt that we could in no way repay. No one better than Jesus who not only defends our cause, but pays with His life to save ours! And that also intercedes for us!
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