Salmos 119 (Aleph): Excelencias de la ley de Dios.
1 Bienaventurados los perfectos de camino,
Los que andan en la ley de Jehová.
2 Bienaventurados los que guardan sus testimonios,
Y con todo el corazón le buscan;
3 Pues no hacen iniquidad
Los que andan en sus caminos.
4 Tú encargaste
Que sean muy guardados tus mandamientos.
5 ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos
Para guardar tus estatutos!
6 Entonces no sería yo avergonzado,
Cuando atendiese a todos tus mandamientos.
7 Te alabaré con rectitud de corazón
Cuando aprendiere tus justos juicios.
8 Tus estatutos guardaré;
No me dejes enteramente.
Reflexión por Noemi Dominguez:
“las cadenas del hábito son demasiado ligeras para ser sentidas hasta que se convierten en demasiado pesadas para ser rotas.” [Warren Buffet]. “¡Oh, ¡cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus decretos!” [versículo 5, Nueva Traducción Viviente]. La razón por la cual el salmista anhela que sus acciones sean un vívido reflejo de la Palabra de Dios es que, como dice el versículo 2, “Dichosos los que guardan sus estatutos y de todo corazón lo buscan.” [Nueva Versión Internacional]. Todo comienza con un deseo. “«Siembra un pensamiento y cosecharás un acto. Siembra un acto y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino» [Charles Reade]. Por ejemplo, nos levantamos y nos lavamos los dientes, otros salen a correr o toman su café. Una vez creado el hábito no es necesario programarlo, o que te lo recuerden y si no lo haces, sientes que te falta algo. “Somos lo que hacemos constantemente. La excelencia no es un acto, sino un hábil” [Aristóteles]. Por lo tanto, “los buenos hábitos formados en la juventud hacen una gran diferencia.” [Aristóteles]. Por esta razón compartimos la lectura diaria de las Sagradas Escrituras, para que sean un complemento continuo a la oración personal y desarrollar un hábito de estar con Jesus. Sin embargo, no es una obligación, ni tampoco una costumbre, lo que nos impulsa a hacerlo es una fuerza interior a la cual el salmista la describe como la búsqueda con todo el corazón. “Oh Jehová de mañana oirás mi voz, De mañana me presentaré delante de ti esperaré” [autor desconocido].
Psalms 119 (Aleph): Meditations on the Excellencies of the Word of God.
1 Blessed are the undefiled in the way, who walk in the law of the Lord.
2 Blessed are they that keep his testimonies, and that seek him with the whole heart.
3 They also do no iniquity: they walk in his ways.
4 Thou hast commanded us to keep thy precepts diligently.
5 O that my ways were directed to keep thy statutes!
6 Then shall I not be ashamed, when I have respect unto all thy commandments.
7 I will praise thee with uprightness of heart, when I shall have learned thy righteous judgments.
8 I will keep thy statutes: O forsake me not utterly.
Reflexion by Noemi Dominguez:
“The chains of habit are too light to be felt until they become too heavy to be broken.” [Warren Buffet]. “Oh, that my steps might be steady, keeping to the course you set ” [verse 5, The Message]. The reason the psalmist longs for his actions to be a vivid reflection of God’s Word is that, as verse 2 says, “Great blessings belong to those who follow His rules! They seek Him with all their heart.” [Easy-to-Read Version]. It all starts with a desire, with an inner longing. “Sow a thought and you will reap an act. Sow an act and you will reap a habit. Sow a habit and you will reap a character. Sow a character and you will reap a destiny” [Charles Reade]. For example, we get up and brush our teeth, others go for a run or drink their coffee. Once the habit is created, it is not necessary to program it, or to be reminded of it, and if you do not do it, you feel that you are missing something. “We are what we repeatedly do. Excellence is not an act, but a habit” [Aristotle]. consequently, “the good habits formed in youth make all the difference.” [Aristotle]. For this reason, we share the daily reading of the Holy Scriptures, as a frequent complement to personal prayer, with a view to develop the habit of spending time with Jesus. However, it is neither an obligation, nor a custom what impels us to do so, it is an inner force, a longing to which the psalmist invite us to search with all our heart. “Every morning, Lord, I lay my gifts before you and look to you for help. And every morning you hear my prayers.” [Psalm 5:3, Easy-to-Read Version].
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